CAMPECHADA 2023
INSPIRADA EN: Jesús ‘Chuito el de Bayamón’ Sánchez Erazo
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Biografía y bibliografía por Josilda Acosta Figueras, especialista del Programa de Artes Escénico-Musicales presione aquí.
biografía
Por Violeta Sánchez
(nieta de Chuito, para la Convocatoria de La Campechada 2022)
Esta biografía es una recopilación de información relatada por mi papá Juan Bautista Sánchez Maysonet, hijo menor de Chuito, entrevistas a familiares y amigos, algunas semblanzas que encontré de homenajes que le hicieron a mi abuelo y mis memorias. Hace varios años me di a la tarea junto a la familia de limpiar, clasificar y ordenar todos los escritos inéditos de abuelo que encontramos en un baúl escondido en su casa. Son cientos de escritos, en papeles sueltos y libretas, que relatan la historia de Puerto Rico en versos y poesía. Ya todo ese material esta digitalizado y listo para ser transcrito para poder compartirlo con el pueblo de Puerto Rico.
Extracto de la biografía de Chuito el de Bayamón
"Muchos nacen para vivirla, pocos nacen para amarla: nuestra patria"
En la víspera de la Navidad fui al colmado a comprar palos de canela para completar los postres navideños. La alegría y algarabía de esos días era de esperarse. La música que se escuchaba era navideña, un poco subido de volumen la cual se acrecentaba con el coro que los voces que le hacían los clientes. Con mi canela en mano, me dirigí a pagar para salir lo más rápido posible, cuando escuché la voz de mi abuelo Chú cantando La Vieja Voladora. Eso me ocurre con bastante frecuencia durante las navidades pues es la época del año en que la mayoría de las emisoras radiales pautan nuestra música típica. Recuerdo a abuelo darle énfasis a esto cantando una décima que decía: "solamente en navidades es que se acuerdan de mi, y entonces el resto del año de qué yo voy a vivir"
Ese día, al escucharlo tan clarito, me entró una nostalgia tremenda y recordé a mi abuelo, no al artista. Hace más de cuarenta años que murió y todavía lo recuerdo en su silencio, sentado en el balcón de su casa con libreta y lápiz en mano, su tabaco, su boina azul marino, pantalón de vestir y camisilla blanca, pensando y escribiendo. Solté la canela y, sin pensarlo, me encontré en la calle Comerío en Bayamón frente a la casa que un día fue para mí el país de Narnia.
Caminé por el largo pasillo de la casona vieja, iluminado por el tragaluz ya opaco por el tiempo. Podía escuchar las voces, risas, y música de mis abuelos, mis tíos, primos y amigos. En mi memoria olfativa afloraba la fragancia de las azucenas de abuela Petra que se entremezclaba con los guisos de su cocina. Saltaron a mis ojos todos los colores de los cuadros, tapices, manteles, tapetes, premios, lámparas que se unían a la fiesta eterna que reinaba en ese hogar, la casa de mi abuelo Chú. Ahora de ese lugar solo quedan los recuerdos.
Entré a la habitación pequeña del lado de la cocina que conducía a su vez a otra habitación y a otra más. Laberinto que de pequeña recorrí mil veces con mis hermanos y primos jugando al esconder. Podía escuchar la voz de mi mamá: -no rebusquen en las cosas de su abuelo pero siempre encontrábamos la oportunidad en que los adultos estuvieran distraídos para meter nuestras manitas entre las gavetas y armarios de los cuartos. Sobre todo, el ropero de abuelo. Era un lugar mágico donde guardaba sus tesoros más importantes, su ropa para cantar y su viejo baúl. Tenía variedad de vestuarios, desde trajes muy elegantes hasta ropa típica del jíbaro puertorriqueño, pavas, sombreros, pañuelos de colores para amarrase al cuello con cinturones que le hacían juego, machetes de madera tallados por artesanos y, sus zapatos muy bien lustrados. Nos maquillábamos con su polvo de cara y colorete que mi abuela le ponía cuando iba a cantar. Nuestra imaginación volaba cuando nos disfrazábamos con toda aquella magia. Ay, como recuerdo los tremendos regaños y cocotazos que nos daban cuando nos cogían.
En la soledad con mis recuerdos me encontré frente al viejo baúl de abuelo, su mayor tesoro. En aquel entonces yo era muy pequeña para entender el significado de su contenido, su vida y la de los puertorriqueños escrita en verso. Para mí, y para muchos otros de la familia, era el lugar donde abuelo guardaba sus libretas de trabajo, negras y blancas marca Superior, las que venía con la tabla de multiplicar en la contraportada, eso era todo. Jamás pude imaginar que años más tarde iba a estar sentada frente a ese baúl, olvidado por la vida, y que al abrirlo me transportaría en un viaje por el túnel del tiempo retrocediendo hasta los principios del siglo pasado, exactamente el 24 de agosto de 1900, el día en que nació mi abuelo Chú en su amado pueblo, Bayamón.
Sus padres fueron don Ricardo Sánchez, mejor conocido como Ricardo Cariño y doña Aurora Erazo. Don Ricardo trabajaba la tierra y tocaba la guitarra. Abuelo tuvo una niñez muy agradable, llena de felicidad junto a sus padres y su hermano menor Claudio. Pero esto no duró mucho porque a sus nueve años murió su mamá y poco tiempo después, murió su papá. Los hermanos fueron separados, aunque siempre se buscaban porque existía entre ellos un amor muy grande. Claudio se fue a vivir con su tía María y abuelo se fue a vivir al hogar de su tío José Sánchez en el barrio Juan Sánchez en Bayamón. Allí tenía una finquita en la que cultivaba plátanos, guineos, y otras clases de verduras para la venta. Chuíto fue creciendo en ese ambiente campesino en donde además de trabajar con su tío, trabajó de "pinche", muchacho que lleva agua a los que cortaban la caña.
Aprendió otros trabajos en el cañaveral, como: desyerbar, sembrar, carretero (guiar bueyes) y otros trabajos en distintas fincas. Abuelo no tuvo más preparación académica que la tala y la pieza de caña. Aprendió a trovar escuchando el canto de los carreteros y los boyeros en el alba con sus décimas, sus cadenas y sus aguinaldos. Él decía que había nacido cantando, como los pájaros. Ese fue su destino. A los doce años compuso su primera canción, La Joya de los Campanos, inspirado en las lavanderas de río, así comenzó su carrera como trovador. Tiempo después, abuelo tuvo la oportunidad de vivir con la familia del doctor Amadeo, padre del compositor Titi Amadeo, lugar donde recibió cariño y una educación básica.
Su gran inspiración era la cotidianidad de su pueblo, nuestros decires y haceres. Abuelo Chú le cantó de corazón al río, a la quebrada, al mar, a la flor, a la caña, al café, a la mujer, al tabaco, al batey y al bohío, a su amado Puerto Rico volcando en cada décima la emoción de un pueblo noble.
Según iba creciendo y cantando, le ofrecieron trabajar en una finca de tabaco, ya que para ese entonces se ganaba más dinero en el tabaco que en la caña. Aprendió todo lo que tenía que ver con ese oficio: como la siembra, el recogido, el guindarlo a secar, hasta llevarlo a las mesas para ser despalillado por mujeres. Después de despalillado, pasaba a manos de los tabaqueros que eran quienes, con gran destreza, convertían esas hojas en cigarros para la venta, trabajo en el cual abuelo se desempeñó exitosamente por mucho tiempo.
Con abuelo Chú trabajaba don Beno, guitarrista y cantante de música popular. Ellos formaron un dúo para interpretar los boleros famosos de la época. El dúo fue muy apreciado por muchos de sus compañeros de trabajo y eran invitados a sus fiestas caseras y a dar serenatas.
Para ese tiempo, además de cantar con don Beno, comenzó como solista a cantar décimas y competir con trovadores en las fiestas patronales de los pueblos. A veces ganaba y otras veces perdía. Pero su voz afinada, su estilo peculiar, su selección de temas inspirados en la realidad del pueblo y su picardía lo distinguieron entre los demás trovadores provocando que sus presentaciones se hicieran muy populares y concurridas.
La voz de abuelo se escuchaba ya en todos lados, hasta que llegó a oídos del maestro Ladislao "Ladi" Martínez, quien para esa época era el director del conjunto más famoso de música típica del país y, lo invitó a formar parte de su agrupación como cantante. La agrupación se llamaba Aurora y luego le cambiaron el nombre a Industrias Nativas. Los músicos eran Isabelo (primera voz), Leocadio Vizcarrondo (segunda voz y guitarrista), Sarrail
Archilla (primer cuatro), Toribio (Patricio Rijos) en el güiro y maracas y, el genial Felipe R. Goyco "Don Felo" (compositor y arreglista del grupo). El maestro Ladi fue el que lo bautizó con el nombre Chuito el de Bayamón. Esta agrupación fue invitada a participar en la inauguración de la primera emisora de radio de Puerto Rico, WKAQ (año 1922). Y así fue como Chuito el de Bayamón se convirtió en el primer trovador de música típica en cantar por radio en Puerto Rico, lo que lo convirtió en el Decano de los Cantores. El programa Industrias Nativas se trasmitió todos los domingos por esa emisora por muchos años.
Chuito fue uno de los primeros en cultivar el género de la décima. Innovó en la música campesina creando los famosos Seis Villarán, El Seis del Dorado, El Seis de Bayamón y Aguinaldos. Se distinguió como gran intérprete pues su voz, su carisma, su alegría y humor lo convirtieron en el máximo embajador de nuestro folclore musical y uno de los favoritos del pueblo.
Tuvo una prolífica carrera con más de cuarenta grabaciones discográficas, programas radiales, televisión, largometrajes y sobre seis mil manuscritos. Por treinta años trabajó en programas radiales que se transmitían en vivo diariamente, uno de ellos fue Las Estampas de Teyo
Gracia y su Mundo junto a su gran amigo Abelardo Díaz Alfaro. Otros programas fueron: El suceso para mi, Controversias Colgate, La montaña canta, entre otros tantos. Fue el primer trovador en grabar comercialmente y lo hizo bajo las reconocidas compañías discográficas, RCA Victor y Ansonia Records. También fue el primer trovador en grabar nuestra música típica acompañado por una orquesta de salsa, Don Chú con Johnny el Bravo y con una Orquesta Sinfónica, Don Chú El Maestro. Cantó en muchas ciudades de los Estados Unidos, como Boston, Chicago y Filadelfia en donde comunidades puertorriqueñas había emigrado. Además, cantó en Hawái, España, República Dominicana y Cuba. Su último concierto fue un homenaje que recibió en la ciudad que tanto lo amó, Nueva York, en el Madison Square Garden, el cual se llenó a capacidad.
Abuelo Chú es ejemplo supremo del trovador puertorriqueño, símbolo de lo autóctono y del ser criollo. En su arte supo expresar nuestras esencias nacionales, nuestra idiosincrasia eidentidad patriótica, nuestra particular manera de ser como puertorriqueños. La historia de abuelo cursa paralelamente con la historia de Puerto Rico. Con sencillez, elocuencia y picardía criticó la realidad social de su pueblo. En su discurso supo retratar la figura del puertorriqueño trabajador, alegre, amoroso, hospitalario y amante de su patria. Nuestro pueblo tiene que conocer para valorar y sentirnos orgullosos de lo que somos, de nuestro pasado, de nuestras raíces.
Vivió eternamente enamorado de su amada esposa Petra Maysonet Gago con la cual procrearon cuatro hijos: Ricardo, Lidia, Jesús (Chuitín) y Juan Bautista. Murió el 25 de enero de 1979, en el hospital San Pablo de Bayamón a los setenta y nueve años por complicaciones cardiacas que luego lo condujeron a un derrame cerebral. Cumplió su sueño de morir cantando porque cuando lo llevaron en la camilla por los pasillos del hospital para hacerle una intervención quirúrgica, cantó con todas sus fuerzas por todo el camino su décima con el pie forzao: "Moriré cantando". Esto conmovió a todas las personas que salían de las habitaciones para despedirlo con un último aplauso. El país entero se volcó para rendirle homenaje a su trovador. Sus restos fueron expuestos por tres días en la Funeraria Porta Coeli de Bayamón para darle oportunidad a la gran cantidad de público que quería despedirse. El día del entierro, el carro fúnebre no podía moverse por la aglomeración tan grande de gente en las calles. Tuvieron que cargarlo hasta el viejo cementerio del pueblo. La caminata duró siete horas, desde las once de la mañana hasta las seis de la tarde. Fue acompañado al ritmo de su música por su pueblo, la familia, músicos, artistas, políticos y personalidades de todas clases.
Sus restos descansan en paz en el camposanto Braulio Dueño Colón de Bayamón. Por muchos años, trovadores y músicos visitaron su tumba para rendirle homenaje en la conmemoración del día de su muerte. Su voz vivirá por siempre en la montaña y en cada corazón de los puertorriqueños.
Para el día del entierro, mi papá Juan Bautista, le compuso unos versos para despedirse y lo cantó acompañado por los músicos presentes. Más tarde la grabó en uno de los discos de música típica que hizo para continuar con el legado de abuelo. Aquí les comparto estas décimas.
Versos a mi padre Chuito el de Bayamón, por Juan Bautista Sánchez:
Mi padre no ha muerto
se fue a la montaña
y no es cosa extraña
que se sienta feliz y contento.
Su voz cual lamento
e siente en la brisa
su eterna sonrisa
da alegría a las flores
y los ruiseñores
su presencia avisan.
II
Cuando el gallo canta
al amanecer
es cual si fuera él
cantando al cielo alabanzas.
Y su voz alcanza
un tono muy fino
cuando en el camino
el jíbaro al andar
escucha al zorzal
con su bello trino.
III
En mayo florido
viste al flamboyán
en flores que van "diciendo"
que aún no está dormido.
Y con un suspiro
endulza la caña.
Y allá en su cabaña
el trovero experto
dice que Don Chú no ha muerto
que está en la montaña.
A continuación, les comparto dos décimas inéditas de Chuito el de Bayamón encontradas en su baúl:
El alma de Puerto Rico
Caminaba cierto día
por un camino entre flores
y al contemplar sus colores
se inspiraba el alma mía.
Qué panorama, decía
contemplo en mi pueblo chico
antes de cerrar el pico
por las frases pronunciadas
en mi mente se albergaba
El alma de Puerto Rico.
Dejando atrás el vergel
yo seguí por la montaña
y escuché en una cabaña
el cantar de una mujer
se deleitaba en coser
en paño azul, cinco pico.
Le pregunté con ahínco
lo que ella estaba bordando
y me contestó cantando
El alma de Puerto Rico.
Escúcheme caballero
ya que usted pregunta tanto
por este histórico manto
murió Manolo el Leñero
Padillas aquel guerrero
Del valor, más inaudito
que por el traidor maldito
no cristalizó la historia
de ver cubierta de gloria
El alma de Puerto Rico.
Casta y pura aquella niña
Hija quizás de Minerva
Castigo de la Caterva
Que inmola nuestra campiña.
No quiero que se destiña
Sus colores favoritos
Si guarda en su pecho el grito
De los nuestros del ayer
Valiente y linda mujer
El alma de Puerto Rico.
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